A ti, mas ahora, más que nunca
La corona y el cetro sobre la mesa
observan
la capa sobre el lecho no es mayor haz
que tu piel alunarada
¡Cómo no convertirme en cuerpo!
En gota tibia, rodante bajando por tu espalda
En vaho que invade y sana
En halo de gloria detrás de tu cuello
He de levantar pendón
posarme a media rodilla
Mientras tus dedos descubren las areolas
Y los hipocampos dorados danzan en tu cintura
Así empezará Musa mía la ceremonia
Con la mirada perdida en el monte
Con un beso como una espada
En el semicírculo del viento
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Al pie del monte
Al pie del monte
la brillante barba, la lasciva cabellera
brota
y se figura en bosque de crecida maraña,
de espinos y rosedal,
que trato de asaltar cada mañana.
Las quiméricas divinidades
cultivan sus pretensiones
en aquellos parajes
enrarecidos por la penumbra;
pero yo soy la luz con mis manos,
soy el mortal que no cree,
quien apunta al deseo siempre.
Por ello fugaz, por ello héroe,
cuando esparzo mi dorada saliva
y mi argentado sudor
sobre los cobrizos frutos de la salud
al expandir mis dominios
en la oscuridad de la fronda extendida.
Al pie del monte Sublime,
entre torrentes y bravatas,
también el mundo se derrama.
(Junio 2001)
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